ARTÍCULO PARA LA REVISTA ARV – PARTE 03

Ya sabéis que no estuve allí, pero me lo han contado.

 No sé si conocéis Granada, pero el Edificio Zaida está en una esquina de la ciudad. Pero no en una esquina cualquiera, sino en “la esquina”. Os recomiendo que os sentéis en “Suizo”, hoy tristemente convertido en un Burger King, y que os pidáis un café. Poneos cómodos en la silla porque comienza el espectáculo: una chica muy arreglada, impaciente, da tonos con su móvil a alguien, tal vez su novio que se retrasa; en un grupo dos amigos se abrazan y se comentan algo; tres adolescentes de corta edad y falda todavía más corta se encuentran con tres muchachos de pelos amarillos y erizados; el novio aquel que se retrasaba consigue de la chica su perdón y su beso,… Puerta Real y la Fuente de las Batallas es la “esquina” de Granada. Toda la vida de la ciudad pasa, se cruza y se encuentra en esta esquina. Y al fondo, el edificio de Siza es testigo silencioso.

 Me han contado que el edificio se pensó como uno de esos que “miran”, que busca en cada fachada contemplar la ciudad, que con el remate de sus testero principal se pone de puntillas para aprovechar la hermosa vista que ofrece el Carmen de la Fundación Rodríguez-Acosta, que actúa de postigo que cierra la ventana para evitar que nos cansemos de la continua presencia de la Sierra, y que, como alguien ha querido ver, con su basamento de piedra de sierra elvira y con su cuerpo blanco es una metáfora de la propia Sierra Nevada.

 Sin embargo a mi me parece que es uno de esos edificios que “roban la mirada”. No puede pasar desapercibido porque toda la ciudad pasa a sus pies. Sin lugar a dudas, como el propio Siza dice y que podría suscribir Guillermo de Ockam, hay que respetar la fuerza de cambio que posee la ciudad y no decir más de lo que demandan las circunstancias. Es cierto que no hay ni un solo capricho en la obra, que ha intentado establecer un diálogo entre la nueva arquitectura y la preexistente. El problema estriba en que es diálogo se hace en una lengua que la calle no entiende.

 Al pie del Zaida, en el bulevar, hay un señor que vende patatas asadas. Creo que lleva allí toda la vida. Estuvo antes que el Zaida y esto por pensar que aún estará después. Cuando uno pasea por el bulevar ya lo oye gritar desde lejos. Tiene algún problema de dicción, pero su potente voz se oye desde la misma puerta de la Virgen de las Angustias, y te atrae conforme se sube el paseo. Grita de manera incansable algo ininteligible. Probablemente ensalza la calidad y magnificencia de su producto, pero nadie puede entender nada de lo que dice. A veces me he parado a su lado, y por más que grita no he podido descifrar ni una sola de las palabras que dice. Lo que dice debe ser muy interesante, pero yo no lo entiendo. Y como yo, casi todos los demás.

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *