ARTÍCULO PARA LA REVISTA ARV – PARTE 02
Aquel día yo no estuve allí, pero me lo han contado.
Me han dicho que Antonio Jiménez, el arquitecto del Centro de Arte José Guerrero, es joven y eso se le nota a su edificio. Es un edificio nuevo en uno viejo, como esos mayores que dicen que encierran en su interior un alma joven. Se conserva la fachada del edificio original y se trabaja con exquisitez. Si paseáis por allí y tenéis suerte, después de esquivar al regimiento de cíngaras que intentarán descubrir vuestro porvenir en las líneas de vuestras manos, tal vez, en uno de los profundos arcos de la planta baja, como un santo en su hornacina, os encontraréis a una chica que con su violín toca melodías irlandesas. Si entráis veréis que se trata de un proyecto pequeño, que se hace grande por el cuidado de todos los detalles: la puerta de vidrio que se esconde en el muro, la escalera que se estrecha y acentúa la profundidad de la perspectiva, la insidiosa C.P.I. utilizada como elemento de diseño, la puerta de incendios, la carcasa del extintor, el plano con el recorrido de evacuación,… todo estudiado hasta la última consecuencia.
El paseo por el edificio supone la ascensión hasta el edén de un banco corrido frente a un ventanal que nos regala una vista antes inaccesible.
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