AR-COIN
Acaba una nueva edición de la feria de arte ARCO, y un año más, al aproximarme a la obra expuesta, me siento profundamente ignorante: no comprendo nada. No todo en Arco es igual, pero, efectivamente, las piezas que mayor atención reclaman son para mí las más incomprensibles.
Hace unos años, siendo yo estudiante, un compañero que estudiaba periodismo escribía: “¿Qué es el arte?… morirte de frio”. Hasta aquí el chiste más que sabido, pero luego continuaba: “y morirte de calor, de ansiedad, de tristeza, de dicha,…” Sinceramente, yo no siento nada de esto ante muchos de los trabajos expuesto en ARCO.
Una pieza que puede ser confundida con basura no puede ser arte. Nadie confundiría las Meninas con basura. Mi criterio es sencillo: una pieza sólo es arte si no necesita de un museo para serlo. El Guernica es sobrecogedor, sea cual sea la pared en la que se cuelgue.
Tampoco debemos llevarnos a engaño, ARCO es una feria, un lugar donde se compra y venden mercancías. Se trata de aceptar por tanto un convenio. Todos nos hemos puesto de acuerdo en que un papel impreso por la casa de moneda tiene un valor. Pero no es más que un papel. Eso ocurre con algunas de las piezas expuestas, que hemos convenido que es arte, y además un arte muy caro.
Yo por mi parte sigo esperando de una obra de arte que me emocione. Tal día como ayer, el 27 de febrero de 1863 nacía en Valencia un artista único, Joaquín Sorolla. Al mirar el “paseo a las orillas del mar” yo no veo ni la luz impresionista, ni la pincelada que capaz de atrapar el viento, ni los cobaltos, blancos y sienas de la paleta,… sólo puedo ver la mano lánguida de la muchacha que sostiene su pamela y esa mirada preñada de melancolía, y me pregunto ¿qué piensa?,… ¿en quién piensa?.
No le pido más al arte.
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