Arquitectos de Almería. José Sánchez
Una pequeña reseña curricular
Una pequeña reseña curricular
Cuando inicié mis estudios en la escuela de Sevilla, sinceramente, no tenía muy claro que significaba ser arquitecto. Recuerdo con claridad un recorte de prensa fijado en el tablón de anuncios junto a la biblioteca: “Ahora que he visto el mundo con los ojos del arquitecto no deseo verlo de otro modo”. Así hablaba Rafael Moneo en el lejano año 1992, y para mí fue una inspiración. Ver el mundo de una manera especial, distinta, profunda, buscando la belleza esencial de las cosas,… eso significaba ser arquitecto.
Años dedicados con pasión al estudio me llevaron a obtener el reconocimiento como número uno de mi promoción y como becario de honor en la residencia de estudiantes en la que viví.
En el año 1999 inicio mi actividad profesional. Simultáneo el trabajo en un estudio de arquitectura fundado en Granada junto a un compañero de estudios, con el trabajo en la oficina técnica de la constructora Por y Demers, que para mí fue como una segunda escuela. Fueron años de aprendizaje de la realidad constructiva, del trato con las administraciones, de los primeros contactos con clientes que ponía en nuestras manos sus sueños e intereses para que los convirtiéramos en proyectos.
En 2007 continúo camino de manera individual, con mi propio estudio de arquitectura, con una forma propia de entender el diseño arquitectónico e intentando potenciar una relación profesional y cercana con el cliente.
Sin embargo, cada día soy más consciente de que la buena arquitectura depende más de un buen cliente que de un buen arquitecto. No es fácil encontrar un buen cliente, pero yo he tenido la fortuna de cruzarme con algunos de ellos, y mis mejores obras se deben precisamente a ellos: Llevaba poco tiempo trabajando, cuando un día llegó a mi despacho el que yo considero mi “primer cliente”. Se sentó ante el escritorio y desplegó un boceto que le había hecho el constructor. Quería ampliar una cueva de su propiedad, necesitaba hacerla más funcional. El boceto representaba una nave de muros de ladrillo con un salón, un baño y un dormitorio, pero él no quería aquello, él necesitaba un proyecto de arquitectura.Decía con absoluta convicción: “necesito un rincón para leer, quiero ver las estrellas desde mi cama…” Esta sencilla frase es el cimiento de un proyecto.
Con estas dos ideas excepcionales, el único trabajo que tiene que hacer el arquitecto es darle forma. Una lámina de hormigón visto adosada a la ladera sinuosa de la montaña que encerraba la cueva formaba la cubierta; una caja de vidrio dominando el jardín de la parcela era el cerramiento; un cuerpo cerrado, dispuesto como un mueble dividiendo el espacio constituía el baño. Una ampliación de líneas minimalistas vinculada a una cueva con cientos de años de existencia.
Así que, desde este primer cliente y durante todo este tiempo siempre he intentado al mirar lo que otros miran, ser capaz de ver lo que otros no ven, porque la mirada del arquitecto es precisamente eso.